M. Kurtis: Esta semana, en la que apreta el calor y los hospitales se ven despoblados de personal sanitario por vacaciones, os invitamos a pensar sobre el papel del profesional en el acto médico de la mano de la Dra. Miriam Eimil, neuróloga clínica y experta en ética. Como amiga y profesional de coherencia ejemplar, le he pedido que comparta sus reflexiones sobre los problemas que padece el médico en el orden establecido actual. Vamos, en cómo funciona la consulta a diario, para que nos entendamos :).
M.K.: Miriam, muchas gracias por aceptar esta invitación de Neurofriendly. Seguro que aprendemos mucho de ti hoy ¿Cómo defines tú el acto médico?

M.E: En la intimidad del acto médico, los profesionales, nos exponemos en nuestra desnudez ante El Rostro expectante del paciente. Ese pacto, que voluntariamente aceptamos, viene definido por la responsabilidad que en nosotros despierta El Otro. La trascendencia de la relación del Yo y el Otro la define muy bien el filosofo ruso Levinas. No hay más moral, ni más ética, que la que estamos dispuestos a asumir en ese compromiso intransferible que establecemos cotidianamente en nuestras consultas. Entre ambos no debería haber exigencias. Se da. Se toma.
M.K Pero, no crees que el paciente tiene «derecho» a exigir una atención y una profesionalidad por parte del médico.
M.E.: El problema es que se corre el riesgo de derivar en el concepto social que se tiene de la moralidad de nuestro colectivo. Investidos por el público de unas cualidades heroicas, no se espera del médico otra cosa que generosidad, compromiso, abnegación. Una vez encumbrados en la cima de las profesiones comprometidas, por el mero hecho de habernos licenciado en Medicina, nuestra heroicidad no tiene más que mantenerse contra las inclemencias del día a día. La inocencia del dar y del tomar queda rota por una expectativa impuesta desde fuera.
Pero, ¿es inherente al médico ese aura mística que los demás colocan sobre nosotros? ¿Tiene la sociedad derecho a atribuirnos en colectivo una disposición que no puede ser más que una elección individual?
M.K.: Pero, por algo nos hicimos médicos ¿no? Para ayudar, siempre para ayudar a los demás ¿dónde esta el problema?

M.E.: De acuerdo en que nuestra misión es ayudar, en la medida de lo posible, al Otro. Pero, en la intemperie de nuestra consulta, a solas con ese Rostro que nos viene, los conflictos morales nos obligan a elecciones en que no encontramos cursos intermedios de acción; tenemos que escoger: el paciente o yo. Y nos topamos con la paradoja de que la responsabilidad que nos atribuimos sobre el porvenir del Rostro colisiona, ¡ay!, con intereses nuestros porque ¿acaso no soy yo también un Rostro que merece (¡merezco!) compasión y cuidados?
M.K.: ¿A qué te refieres? ¿A consultas que rebosan fuera del horario establecido? ¿A no llegar a recoger a tu hija el colegio por la enesima urgencia del día?
M.E.: Exactamente 😉 Somos Rostros también, tenemos familias, padres enfermos, hijos con necesidades etc. etc. En la tesitura actual, somos héroes cuando generamos una cita extra sin huecos para ver un paciente en una revisión urgente pero, somos villanos, si pedimos que se nos respeten los tiempos de consulta. Somos heroínas si rellenamos una receta en el pasillo y somos villanas si sugerimos que el trámite se haga por medio de administración. Sobre nuestros hombros, canallas y pródigos, cabalga un sistema laboral insatisfactorio con la aquiescencia y empuje de ciertos poderes establecidos.
M.K.: Te parece entonces, que esa relación que planteas tan personal, ¿tiene condicionantes externos?
M.E.: En cierta manera, eso es lo que digo. La relación de dos que se establece en la consulta médica está incluida en un contexto social innegable, y necesita de un Tercero que de algún modo encarrile o encaje esa relación. La relación médico paciente es bellísima, pero esa belleza puede ser muy dolorosa también para nosotros. Necesitamos un elemento que diluya la intensidad de nuestro vínculo con el paciente y nos permita una superficie de contacto con El Otro que tenga pliegues en los que protegernos. La exposición desnuda y directa de dos humanos, uno que sufre, otro del que se espera el Todo, será asimétrica siempre. En esa asimetría donde el médico tiende la mano y el paciente la toma, necesitamos que no todo sea un dar de lo nuestro.
M.K.: Entonces, ¿sugieres que necesitaríamos un árbitro?

Sí, algo así. Creo que lo que el paciente necesita:
- tiempo de consulta
- disponibilidad
- formación nuestra
- etc. etc.
y todo ello debería estar disponible sin necesidad de heroísmos.
Ahí entran nuestros responsables, «el poder» es ese Tercero que debería hacer compatibles las necesidades de El Rostro con nuestras posibilidades, sin obligarnos, insisto, a sacrificios heroicos. Pero la función del Tercero la asumen unos «poderes establecidos» (en la medicina pública es la Administración, y en la privada es el gestor del hospital o del servicio) que, por lo general, no nos ayudan. Alguien podría decir que ese límite no tiene que venir de un Tercero, que debería manar del médico mismo. Pero yo al menos, necesito un refugio que me permita tomar decisiones sin invadir mi propio campo de intereses.
M.K.: ¿Qué te gustaría reclamarle a ese Tercero?

Ese Tercero no puede vivir aposentado en el éxito de un sistema de salud basado en la privacidad de esta relación que comentamos. Los médicos nos damos gozosos y el paciente toma, consolado. Y eso se espera de nosotros.
Pero el sistema actual no lo permite, nos enfrentamos a:
- tiempos de consulta mínimos
- pacientes esperando
- pruebas que tardan
- exigencias sociales desmesuradas…
Si yo me doy en consulta, no debería ser porque el heroismo es la única manera de ejercer, sino porque yo lo elijo. No somos ni héroes ni villanos, simplemente somos humanos.
M.K.: Muchas gracias por compartir tus opiniones con Neurofriendly, doctora. Desde luego, da mucho que pensar lo que dices, y en verano ¡tenemos tiempo para ello!
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La relación médico-paciente es fabulosa pero muy difícil de formarse. Así pasa que cuando realmente ocurre, no sueltas al profesional ni a tiros, es tu vida la que está en juego.
Como paciente crónico debo decir:
-No pides más tiempo sólo el necesario para ser escuchado y comprendido. Cualidades muy diferentes y difíciles de llevar a cabo, al alcance de muy pocos profesionales sobre todo si se trata con pacientes crónicos y en edades tempranas, somos más activos, más inconformistas y en princioio, menos conservadores…
-No pides un Dios sino alguien que te ayude en tu problema y en la medida de lo posible. En definitiva, que se cubra nuestras necesidades en el mayor ámbito posible.
El tener un profesional que te dé seguridad y confianza no está pagado y hoy en día, muy difícil de conseguir sobre todo en enfermedades incurables …
Debo decirles que tengo esa gran suerte, haber encontrado esos profesionales y de distintas especialidades, comprometidos y con relación entre sí por sus pacientes en común, algo todavía más difícil de conseguir en nuestra Sanidad ( pública o privada ). Realmente, un % alto del éxito en mi gran batalla es por ello…
En aquellas enfermedades como Parkinson, que requiere ser tratados de forma multidisciplinar, habría que trabajar en ello. Esa relación entre distintos profesionales de la medicina es muy beneficiosa no sólo para el paciente sino para los propios profesionales….
¡¡¡Buen día amigos!!!
La verdad es que lols meses d,e verano en ciudades de veraneo, se ven llenas las consultas , pero la administración debería poner más médicos esa es mi opinión