El domingo me caí. Muchos diréis que no hay nada de especial pues nos pasa con frecuencia a los enfermos de Parkinson, incluido a mí. Pero esta vez fue “la gran caída”, nada que ver con caídas anteriores, por eso os la quiero contar.
Fui a un evento deportivo en un estadio de fútbol renovado hace unos cuantos años. Las gradas que han añadido con la obra, tienen una inclinación importante, no podría decirlo en grados pero es una pendiente que impone (primer dato importante para el desenlace de la caída) A mi por lo menos me causaba un poco de vértigo. Nos dieron entradas de “gallinero”, lo más alto del estadio y allí que me fui.
No soy en absoluto un aficionado al fútbol, sólo veo las finales de Champions, Mundial… pero sí que me gusta cada cierto número de años, acudir al estadio a ver y disfrutar del “espectáculo de las gradas”. El ambiente te envuelve y satura todos los sentidos, lo que los anglo parlantes llaman “sense of place”, las sensaciones que transmite el lugar son impactantes para los no entendidos.
Hubo que subir por unas interminables rampas de caracol durante unos largos minutos. La sensación que se produce cuando pasas el vomitorio y puedes ver ya todo el estadio, es impresionante. Algo así deberían sentir los gladiadores romanos cuando salían a la arena del circo.
Acabado el encuentro decidimos esperar a que saliera la gente, pues es un horror para los EP los arranca-paras de las salidas de espectáculos y como estés medio «off», mejor salir el último. Una vez bien despejado el pasillo central, (segundo dato importante para el desenlace de la caída) mis amigos decidieron que, en vez de salir por el vomitorio superior, que estaba al lado de nuestros asientos, saliéramos por el inferior y así disfrutábamos más tiempo de las vistas (tercer dato importante).
Nada más empezar a bajar, la pierna derecha se quedó clavada en el suelo una vez que ya había trasladado mi cuerpo hacia el lado derecho. Entonces ocurrió lo evidente, se cumplió la ley de Newton y el suelo me atrajo hacia él, como la sirenita Lorelei con su canción para que los barcos del rio Rin encallaran en las rocas (precioso cuento, por cierto)
Diréis, bien, te caíste y ¿qué?
Ya, pero no olvidemos los tres datos que os he dado y que son los clásicos de la fuerza y el plano inclinado de la clase de física del colegio, ¿os acordáis?. Rodé por una fuerte pendiente (dato 1), despejada (dato 2) una distancia considerable (dato 3), una masa de 100 kg (para facilitaros el cálculo) y una aceleración muy superior a los 10 m/sg.
Tras un primer golpe contra el suelo mi cuerpo empezó a rodar cada vez más rápido por la grada. Intenté parar pero era un saco de patatas, no me obedecían los brazos. Afortunadamente mi cadera chocó contra un asiento 6 filas más abajo, por lo que se acabó el experimento de física.
Desde que noté que la pierna no avanzaba, hasta que me frenó el asiento, mi cerebro se disparó, pensé muchas cosas, es como si el tiempo se hubiera detenido o avanzara muy despacio. Era como una escena a cámara lenta. Conservo muchos recuerdos de aquellos segundos, fundamentalmente pensamientos: “ojo con la cadera”, “intenta parar”, “cuánto va a durar”, recuerdos visuales y, cómo no, el sentido del tacto que suele tener un rol protagonista en este tipo de eventos: DOLOR. Parecerá increíble pero en el momento del choque experimenté sensaciones y sentimientos: impotencia, miedo y recuerdos de caídas importantes de la bicicleta de cuando era un niño.
Diréis que cuánto tiempo estuve rodando. Según mis acompañantes 20 segundos, para mi fueron 15 minutos, mi cerebro fue capaz de plantearme en 20 segundos “material para 15 minutos”
La experiencia me ha abierto muchos campos para debatir: confianza en mi mismo, lo debo de contar en casa, ¿Se van a inquietar?, ¿Es este mi futuro? …. Y el tiempo, cómo puede ser que para mis acompañantes mi caída durara 20 segundos y para mi un cuarto de hora? Recordad todo lo que se me pasó por la cabeza en esos segundos. Seguro que hay una explicación.
¿Qué es el tiempo?, ¿dónde está en nuestro cerebro?, ¿es igual siempre? , ¿Cómo acabó mi caída? ¿Parte clínico? Lo veremos en un próximo post (por lo pronto, sabéis que estoy vivo 🙂 ¡hasta entonces!
Me alegro de que compartas esta experiencia con nosotros, yo voy a ver si supero el record güines en caídas, menos mal que , por un extraño don se caer , como si fuera un actor de efectos especiales. una cosa si me planteo, por ahora solo me ha costado dos esguinces, pero cada vez son menos previsibles y mas aparatosas, algún dia, espero que lejano, me daré con algo en la cabeza o me romperé algún hueso, es algo que tengo asumido, la suerte no dura siempre y demasiada estoy teniendo.
Lo de si iran a mas tus caídas, no quiero preocuparte pero por lógica si, tu cada día, como todos,, empeoramos, debemos aprender a los avisos que nos da el cuerpo y sobre todo no debemos meternos en lugares peligrosos aunque tengan encanto
Pilar
fiuu, me alegro que estes vivo, aunque no se si bien. Es dificil calibrar tus propias capacidades cuando bienen y van a su rollo. Recuperate pronto! un abrazo
Me alegra saber q estás bien Javier. Cómo dice Marga quizás fuéramos mas seguros con bastón. Yo no estoy mal, un bastón me ayudaría. Hace unos meses me di una caída en la calle, tmb me di un buen tortazo, afortunadamente sin consecuencias, como tampoco sé si fue por el parkinson o no. Exactamente fue como si hubiera sufrido un cortocircuito q me desplomó al suelo boca abajo u me asustó el hecho de no saber xq fue. Tampoco lo di importancia. No he vuelto a caerme.
María Jesu6
Menuda torta te debiste pegar!!! Recuerdo que mi padre iba mucho más seguro con el bastón, aunque no lo necesitara. Se notaba torpe a veces a la hora de andar y el bastón le daba confianza. La confianza es algo que ayuda, pero hay que aprender a leer las señales que da tu cuerpo (y calcular los pros y contras de las escaleras en superpendiente…)
Espero que estés recuperado del todo del golpe
Marga