Como lo prometido es deuda, hoy voy a intentar compartir con vosotros nuestra experiencia en Yaoundé, capital de Camerún, como voluntarios de la Fundación Recover Hospitales para Africa. Después de pediros vuestro apoyo económico hace unas semanas (¡mil gracias por vuestra generosidad!), espero poder transmitir para que ha servido. Quizás habéis percibido que voy a tientas, es difícil comunicar lo vivido cuando es algo que te lanza a otro mundo. Y cuando digo a otro mundo, me refiero a otro mundo.
En este otro mundo predomina la tierra roja embarrada sobre las que se levantan centenares de construcciones de una altura que parecen de hojalata y temes que un golpe de viento se las lleve, pero probablemente lleven allí años y años, impertérritas. Sobre esa tierra roja, da igual la hora del día o la noche, en Yaoundé siempre hay gente en la calle, de charla en una esquina o caminando, al son de los cláxones y las confluencias musicales que vienen de todas partes, niños saliendo o entrando al cole, mujeres vestidas con telas espectaculares, impecables (ni una mancha, es increíble), con bandejas sobre la cabeza repletas de zapatillas, agua o plátanos, sorteando coches destartalados y motos zigzagueantes, algunas con cuatro pasajeros, otras muy brillantes y con un solo conductor vestido a la última moda. Recorrimos este paisaje cada día en la ambulancia que nos trasladaba desde la casa de voluntarios hasta el centro de salud mental donde dimos la formación.
Este otro mundo tiene 24 millones de habitantes y…. ¿sabéis cuántos neurólogos? Respuesta: 20. Un millón doscientos mil cameruneses por cada neurólogo. Tuve la oportunidad de conocer a uno de ellos (¡el 5% de los neurólogos del país!). Había hecho su residencia en el Hospital Público Universitario de Yaoundé y mi impresión es que su formación había sido similar a la nuestra, con 7 años de medicina, 4 de especialidad y la oportunidad de rotar en el extranjero. El problema es que no dan a basto. Ademas, cualquier sanitario tienen muy poco acceso a pruebas diagnósticas (hay dos electromiogramas en todo el país) y además son prohibitivamente caras.
Debo aclarar que la atención sanitaria, tal y como nosotros la entendemos, es muy cara en relación a los sueldos medios del país. Los hospitales públicos son pocos y muy caros. Son las congregaciones religiosas, fundamentalmente las católicas, las que suplen el vacío con centros médicos que también son costosos, pero bastante más baratos que los públicos. Lo más habitual cuando se tiene una dolencia, por cultura y posiblemente también por economía, es ir al «marabou» (curandero). No existe ningún tipo de sanidad gratuita, aunque me consta que, por iniciativas personales, hay algunas ayudas. Por ejemplo, un médico malagueño asistente al curso y unos colegas tienen una pequeña Fundación para financiar las transfusiones que se hacen en su centro médico en la selva de Obout (¡olé y olé!).
En el centro de salud mental donde dimos la formación nos encontramos con 50 sanitarios. Cien ojos bien abiertos y cien oídos atentos a cada una de nuestras palabras en francés macarrónico. Les dimos «la chapa», desde las 8 de la mañana hasta las 7 de la tarde, en condiciones justitas, ya que la sala era pequeña para tantos y hacía un calor agobiante, pero allí estaban, deseosos de aprender todo lo que pudiesen sobre neurología en cuatro días.
Entre los estudiantes había médicos, enfermer@s y auxiliares. Como fui aprendiendo de conversaciones en los talleres o en los ratos de descanso, todos hacen la misma labor: atender en consulta o en el hospital a pacientes de todo tipo. Lo mismo hacen una cesárea que atienden a un enfermo con dolor de cabeza o tratan una meningitis, lo que toque ese día. Algunos tienen formación universitaria, otros algo de formación profesional y otros una preparación mínima, pero todos tenían experiencia en el terreno. El caso es que cualquiera puede recetar fármacos en Camerún. Se escriben en el cuaderno del paciente y allá que va al mercado a comprarlos. Si, así funciona, hay puestos de medicamentos, entre la fruta y los pantalones vaqueros. Es bastante clásico que el paciente salga de la consulta con una lista de 4-5 fármacos y, cómo no tiene dinero para comprar todos, se queda con los primeros dos y resulta que el antibiótico, que es el que le va a salvar la vida, se lo deja fuera…
La semana que viene os sigo contando, que me estoy extendiendo mucho. Os dejo animandoos a ir al concierto benéfico de Recover en el Auditorio de Madrid el 29 de Noviembre. Todos los fondos son para su proyecto en Obout (¡que espero ahora sintáis un poco más cerca!).
Firmado: Mónica Kurtis
Gracias al Dr. David García Azorin por algunas fotos.
Gracias a vosotros por vuestra lectura y por los ánimos. Para mi, es una forma de intentar describir un país que ahora siento mucho más cercano.
Sinceramente, con este tipo de experiencias, uno se da cuenta en la realidad del mundo en que vivimos.
Una realidad que muchas veces, no le damos la importancia que requiere y no sólo por la situación en la que puedan vivir estas personas en estos países con respecto a la media y que podemos ayudar a cambiar todos con un simple gesto sino por lo que tenemos en occidente y que muchas veces, parece que poco valoramos.
Tendemos en términos generales, a poner en la parte inferior de la tabla nuestra situación, lo que creemos es nuestro problema, nuestras inquietudes, etc… sin darnos cuenta que la realidad puede ser otra muy diferente.
Muchas gracias por compartir públicamente esta experiencia…
Doctora:
Con tu breve pero soberbia descripción de las calles de Yaoundé, nos has trasladado a un mundo de miseria, injusticia y contrastes espeluznantes, con 2 campos de golf pero ni un cine ni un teatro.
Los afectados por enfermedades neurodegenerativas nos quejamos de nuestros dolores y limitaciones olvidándonos de lo privilegiados que somos de poder vivir la enfermedad «entre algodones».
¿Cuánto sufrimiento innecesario tienen que soportar los 22.000 potenciales enfermos de párkinson del Camerún sin acceso a medicamentos baratos, elaborados en India, para que las «4 familias» dueñas de los pozos de petróleo puedan seguir jugando al golf en sus guetos dorados?
Por otra parte que ejemplo de abnegación y entrega la del personal sanitario y religioso que describes que seguro que no tiene ni tiempo ni dinero para jugar al golf: los contrastes de la injusticia.
Al compartir tus vacaciones con los profesionales locales llevándoles un poco de esperanza y de conocimiento seguro que evitarás dolor y sufrimiento a más de un enfermo que en cuyo nombre y por solidaridad te quiero manifestar mi profundo agradecimiento. Estoy convencido de que más de un afectado podrá salir del mismo pozo de dolor y agonía del que tú me sacaste.
Dónde voy a estar mejor el día 29 que en el Auditorio disfrutando del concierto de Recover!
Muchas gracias, de nuevo, en nombre de mis ex compañeros de «POZO»
Javier Freundlich
Muchas gracias doctora por darnos a conocer otro mundo tan ajeno al que nosotros vivimos. Cuánto nos quejamos injustamente!!!!
Que interesante proyecto!!! Gracias por compartir tu experiencia con nosotros y abrirnos los ojos a diferentes realidades.
Vanessa Rey.