¿Dónde surge el optimismo en el cerebro?

A lo largo de la vida, todos tenemos contacto con muchos tipos de personas. Tratamos a gente alegre, a gente taciturna, a gente extrovertida, a gente silenciosa. Así conocemos a personas optimistas y a personas que no lo son. En mi caso, podría decirse que veo a pacientes optimistas y otros que no lo son. Dicho esto, a mí me maravilla un tipo concreto de paciente. Me refiero al paciente que viene a la consulta con una enfermedad jorobada de verdad (de las que implica una silla de ruedas, un temblor incontrolable o unos movimientos involuntarios que no cesan) y, con una sonrisa, me cuenta qué está todo bien. Se me ocurren múltiples ejemplos de personas optimistas en mi vida cotidiana, y no sólo de la consulta. También de lo contrario, por supuesto. Porque hay pacientes para los que unos síntomas mínimos son suficiente motivo para que se sientan como la persona más desgraciada del mundo.

Pero hoy me voy a centrar en el primer caso porque me hace preguntarme ¿por qué una persona puede encajar su enfermedad de una forma tan positiva? ¿Qué hace que  la enfermedad no tome posesión de su vida y pueda ir más allá y ver siempre el lado positivo? Creo que la respuesta tiene mucho que ver con lo que comentaba Marta Val la semana pasada, cuando se hacía referencia a los pilares en los que basas tu identidad, además de la madurez y la entereza personal de cada uno.

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Desde el punto de vista de las neurociencias, intentamos contestar a esto mirando
al cerebro y a sus neuronas. De hecho, hemos aprendido que el desarrollo de ciertas estructuras cerebrales está relacionado con el optimismo. El diccionario de la Real Academia Española nos da esta definición del optimismo: «propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable». Eso es algo deseable, ¿verdad? A todos nos gustaría ver el vaso medio lleno, en lugar de medio vacío, y poder interpretar los acontecimientos de la forma más positiva. Quedarse sin trabajo y pensar que pronto encontraremos otro más satisfactorio, romper una relación y pensar que nos espera una mejor, ser diagnosticado de una enfermedad neurodegenerativa, como una enfermedad de Parkinson, una ataxia o una distonía, y pensar que esto nos fortalecerá como persona y que todo saldrá bien…

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Vista sagital del cerebro

Los estudios de neuroimagen apuntan a la importancia de la corteza orbitofrontal que, como su propio nombre indica, está justo por encima de los huesos orbitarios de los ojos y forma parte del lóbulo  frontal. Una vez más, como vamos viendo en los últimos meses, la corteza frontal está implicada en procesos muy interesantes como son la creatividad o la toma de decisiones y también en rasgos de nuestra personalidad. En un estudio reciente realizado con 61 personas sanas, los investigadores concluyeron que el volumen de esta corteza orbitofrontal se correlacionaba con el rasgo de optimismo de los participantes (1). Por tanto, cuanto más optimista era el individuo, más grande y desarrollada tenía esta región cerebral. Y más aún, se vio que las personas más optimistas tenían menos riesgo de padecer ansiedad, por lo que los investigadores concluyeron que el optimismo es un factor de la personalidad que protege contra la preocupación y el nerviosismo.

Os preguntaréis, ¿cómo se mide el optimismo? Es importante tener instrumentos objetivos y validados que ciertamente miden lo que queremos medir. En este caso, hay una escala que valora el grado de optimismo de las personas como rasgo estable de la personalidad. El LOT-R (por sus siglas en inglés: Life Orientation Test-reevaluado) incluye diez afirmaciones y la persona testada declara si está totalmente en desacuerdo o muy de acuerdo, en una escala del 0-4 (2). Algunos ejemplos de las frases son los siguientes:

  1. En tiempos difíciles, suelo esperar lo mejor.
  2. Si algo malo tiene que pasar, estoy seguro de que me pasará.
  3. Disfruto mucho de mis amistades.
  4. Me disgusto con facilidad.

A mayor optimismo, mayor puntuación. En cuanto a si es el optimismo el que produce la hipertrofia (aumento de volumen) de la corteza orbitofrontal o es al revés, no lo sabemos. Para saber si viene antes el huevo o la gallina, se deben hacer investigaciones con estudios longitudinales qué sigan la evolución de las personas en el tiempo.

girl-1722402_640E inevitablemente, aquí llega la pregunta del millón, ¿cómo desarrollamos nuestro optimismo? o ¿cómo desarrollamos nuestra corteza orbitofrontal? Sabemos que la plasticidad cerebral puede favorecer el crecimiento neuronal y aumentar la conexión entre neuronas, ¿cómo podemos utilizarla a nuestro favor en términos de optimismo? Todavía no tenemos respuestas seguras. Lo que sí sabemos es que la formulación de ideas positivas es una herramienta útil para para favorecer el optimismo y contrarrestar la ansiedad (3). Esta ideación se puede realizar mediante imágenes positivas (imaginarte ese futuro fantástico con todo lujo de detalles: tienes un aspecto estupendo, estas en la casa de tus sueños, rodeado de tus personas más queridas….) o con  representaciones verbales de las mismas («todo va a salir fenomenal», «voy a estar estupendamente») (3). Por tanto, podemos utilizar la imaginación a nuestro favor y, cuando lleguen esas ideas oscuras y nebulosas que cada uno dibuja según su peor pesadilla, las podemos sustituir por unas palabras o imágenes que nos hagan sonreír. Es un ejemplo del poder de la mente, ya que los pensamientos positivos tienen el poder de reducir el estrés y el nerviosismo.

Sí, es posible ser optimista. Todos sabemos nombrar a personas concretas que nos dan lecciones de optimismo. Y ya que la literatura médica no tiene todas las respuestas, invito a hacer nuestro propio experimento: observarles, preguntarles y, con esa información, deducir qué es lo que podemos aplicar a nuestra propia vida.

Ayer, 28 de febrero, fue el día de las enfermedades raras. Dedico este post a todas las asociaciones de pacientes de enfermedades raras que ayudan a mantener el optimismo de más de 3 millones de afectados en España. En especial, quiero agradecer el trabajo de las que se dedican a los trastornos del movimiento, como las asociaciones de ataxias, de tics y de distonía.

Firmado: Mónica Kurtis

+Las imagenes son de pixabay.com

Referencias

  1. Dolcos, S., Hu, Y., Iordan, A. D., Moore, M. & Dolcos, F. Optimism and the brain: Trait optimism mediates the protective role of the orbitofrontal cortex gray matter volume against anxiety. Soc. Cogn. Affect. Neurosci 2015; 11:263–271.
  2. Scheier, M.F., Carver, C.S., Bridges, M.W. Distinguishing optimism from neuroticism (and trait anxiety, self-mastery, and self-esteem): A reevaluation of the Life Orientation Test. Journal of Personality and Social Psychology 1994; 67:1063–78.
  3. Eagleson, C., Hayes, S., Mathews, A., Perman, G. & Hirsch, C. R. The power of positive thinking: Pathological worry is reduced by thought replacement in Generalized Anxiety Disorder. Behav. Res. Ther. 2016; 78: 13–18.

 

6 comments

  1. ¿ El ser humano nace o se hace optimista? ¿Qué papel juega el carácter «bueno o menos bueno» que casi desde la cuna se manifiesta? Creo que quien se cría en un ambiente familiar donde hay afecto y se afrontan los problemas de la vida y sus vicisitudes con madurez y optimismo tiene la posibilidad , más «cartas» a su favor ,(como dice Almudena), para desarrollarse como persona segura de si misma y más proclive a ser optimista. Pero en mi opinión también entra en juego el carácter de cada individuo y su sensibilidad. Ya sabemos que el pesimista ve los problemas como retos insuperables y que va medio arrastrándose por la vida mientras que el optimista reacciona ante los problemas con ánimo y los ve como un reto que va a vencer. Por tanto es tarea de los padres y educadores el guiar a los niños desde la infancia aplicando métodos educativos que les ayude a desarrollar confianza en sí mismos, así como enseñándoles las técnicas de pensar de forma positiva. Como dice la Dra. Kurtis el optimismo se puede aprender. Y dar gracias si además se tiene la suerte de nacer con ese don.

  2. ¡¡ Muy Interesante información !!

    Ahora bien, las personas podemos tener ( o intentar tener ) una primera visión más o menos positiva ante las diferentes pruebas y situaciones de la vida pero creo que lo más importante es mantenerse el mayor tiempo posible “en el ruedo” y con esa actitud que tanto nos beneficia a todos.

    Reto difícil en muchos casos pero NO imposible. Comparto fielmente la opinión de este artículo en cuestión.

    Una pregunta que siempre es muy cuestionable y por tanto, de gran debate para todos es:

    ¿Hasta qué punto el “ YO como conciencia” puede llegar a controlar la actuación general y por tanto, la química del propio cerebro?

    Desde la experiencia propia y convivencia diaria en el “ ruedo “ hace ya algunos años, creo que la mente en general es muy PODEROSA ARMA que tiene el ser humano, siendo bien empleada, puede hacer posible lo imposible pero mal empleada es una “bomba tan destructiva como autodestructiva a la vez”.

    Cada vez, lo tengo más claro, en esta VIDA todo se basa en querer saber jugar bien “ las cartas “.

    “El que quiere, SIEMPRE encuentra el camino donde a priori, no EXISTE”.

    Saludos

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