«Es como si volviese a estar en el primer año del conservatorio. No entiendo lo qué me pasa. Toco el piano desde los cinco años y ahora soy incapaz de tocar una escala».
Hace una semanas un pianista me transmitía su frustración con estas palabras. No era la primera vez, ni será la última, que escucho algo similar. Al preguntarle qué notaba él, me describió meticulosamente su incapacidad para controlar los dedos de la mano derecha. «El tercer y cuarto dedo llegan mal y tarde a las teclas». No siente dolor. No tiene cosquilleo en esa mano. No tiene menos fuerza. No tiene problemas con ninguna otra tarea (escribir en el ordenador, abrocharse una camisa, etc.). Sólo tiene problemas cuando toca el piano. Y su instrumento es, como para la gran mayoría los músicos profesionales, su pasión, su tiempo, su historia, su trabajo; o sea, TODO.
Tras explorarle con el teclado, veo claramente que, cuando los dedos corazón y anular entran en juego, en lugar de flexionar hacia las teclas, se extienden hacia el techo, justo en direccion contraria. Cuando toca rápido pasa más desapercibido, gracias a su gran capacidad técnica, porque sus dedos son difíciles de seguir con la vista. Pero en las melodías lentas o en la escalas se aprecian los movimientos incontrolados y, peor aún, se escucha el “tropezón de los dedos” que caen sobre las teclas a destiempo y con poca fuerza.
-¿Qué me esta pasando, doctora?.
-Tienes una distonía del músico.
Ante estas palabras, me mira con una mezcla de desconcierto y preocupación porque la palabra distonía le evoca una nube negra: compañeros con carreras truncadas, problemas psicológicos, depresiones severas…
Como lector, ahora te pido que hagas un pequeño ejercicio imaginativo para entender qué es esto de la distonía. Piensa en algo que has hecho cientos de veces, como, por ejemplo, cambiar las marchas al conducir, escribir un whatsapp o teclear en el ordenador. Cierra los ojos e imagina que, cuando te pones al volante y quieres mover la palanca de cambios, tu mano no te sigue, tus dedos sueltan la palanca, en lugar de apretarla. Si no conduces pero tienes un teléfono móvil, imagina que, al teclear un mensaje con el pulgar, se queda atascado en la tecla y tarda en subir; al principio te pasaba de vez en cuando, ahora es cada vez que lo haces…
Asusta bastante ¿verdad? Esta falta de control voluntario en una tarea que, hasta este momento, podías hacer con los ojos cerrados porque la has hecho miles de veces, genera ANGUSTIA E INSEGURIDAD. Esto es lo qué le ocurre al músico que tiene una distonía. Sólo le pasa cuando toca su instrumento y aparece de repente.
Seguimos con nuestro ejercicio imaginativo. ¿Qué harías si te pasara algo así? Insistir e insistir, ¿no? Parece algo razonable. Pensarías que esa cosa tan rara, ocurre por estar cansado o porque hay que practicar más, irá mejor mañana. Pero, tras dormir estupendamente, al volver a sentarte al piano, los dedos de tu mano derecha siguen teniendo vida propia. Y al día siguiente también. Y al otro y al otro… Después de un mes, te sientes incapaz de tocar porque los dedos cada vez se descontrolan antes y no hay forma de disimularlo. Empiezas a pensar que te estas «rallando», que no sabes manejar el estrés …
Desde luego, lo último que piensas es que tu cerebro esta sufriendo las consecuencias del ejercicio excesivo. Pero es exactamente esto lo que le ha pasado al pianista que vino a mi consulta y a otros tantos músicos que desarrollan una distonía. Tras años y años de practicar, tras horas y horas tocando, la región de la corteza sensorial-motora dedicada a movilizar la mano ha ido creciendo, gracias a lo que llamamos plasticidad cerebral (la capacidad neuronal para cambiar y adaptarse). Hasta aquí, todo bien. Un músico tiene una mayor representación cortical de los músculos que ejercita. Esto quiere decir que tiene miles de neuronas dedicadas a mandar sobre esos músculos (en los demás mortales son muchas menos). Pero, cuando se produce una plasticidad excesiva, se puede descontrolar el crecimiento y, siguiendo con el ejemplo de nuestro pianista, las neuronas destinadas a controlar el tercer dedo se solapan con las del cuarto y llega un momento que se fusionan y los mensajes del cerebro son confusos.
El resultado es la falta de control que se ve en la distonía del músico. Puede ser en los dedos al tocar el piano, en la embocadura al soplar la trompa o el antebrazo al mover el arco del violín. El músico no logra mover los músculos de forma independiente y todos se activan a la vez (co-activación de agonistas y antagonistas) produciendo posturas raras e imposibilidad para tocar. Por tanto, a la pregunta que lanzaba en el título de si es posible ejercitar demasiado el cerebro, la respuesta es SI. La distonía del músico es un ejemplo de enfermedad que se desarrolla por exceso de práctica.
Las estadísticas dicen que si una orquesta sinfónica esta compuesta por 100 músicos, uno de ellos estará viviendo síntomas similares a los de nuestro pianista (Altenmüller, 2009). Lo más probable es que no sepa como se llama, no se lo contará a ningún compañero, ni a su director porque ¡le echarían de la orquesta! Visitará a fisioterapeutas, traumatólogos, reumatólogos y, si tiene suerte, por fin le dirigirán al neurólogo especialista en trastornos del movimiento que podrá dar un diagnóstico acertado.
¿Y como se trata? El tratamiento de esta enfermedad empieza por decirle al músico lo que tiene. A partir de ese momento, las intervenciones están basadas en desprogramar la plasticidad cerebral excesiva. Para ello se utiliza el descanso, los ejercicios posturales, los cambios de técnica, el re-entrenamiento musical y el uso de trucos sensitivos (en otro post describiré cómo se «engaña» al cerebro). Los neurólogos podemos ofrecer infiltraciones de toxina botulínica (el famoso Botox) para relajar los músculos que trabajan en exceso. Por desgracia, los tratamientos actuales con frecuencia distan de conseguir el control perfecto que requiere un músico profesional.
Dicho esto, yo he tenido la suerte de conocer a pacientes que son ejemplo de lucha y creatividad (¿Dónde surge la creatividad en nuestro cerebro?) y han vencido su distonía. Uno de ellos, a día de hoy, es un organista de renombre, tras tener que abandonar su carrera de piano.
Firmado: Mónica Kurtis
*Las fotos son de pixabay.com.
Referencias:
Altenmüller E, Jabusch HC. Focal hand dystonia in musicians: phenomenology, etiology, and psychological trigger factors. J Hand Ther. 2009;22(2):144-54.
Tengo distonia cervical y me llama la atención cuando mencionas , que se engaña al cerebro , en qué forma ? . Me gustaría poder hacerlo porque las aplicaciones de toxina que me ponen , cada vez son menos efectivas ., interesantes temas del blog , felicidades ¡¡
Los trucos sensitivos varían en cada distonía. La idea es que el cerebro reciba un mensaje sensitivo diferente y esto cambie la contracción erronea. En la distonía cervical puede ser útil el tocarse la barbilla, elevar los hombros…comentaselo a tu neurológ@ por si podéis explorar algunas posibilidades en la consulta.
Me encanta la sencillez con que lo explicas!! Para muchos músicos esto es tan difícil de explicar/asumir!!! Muchas gracias!!
Hola, ¿este tipo de distonía es similar a «la del escribiente»?
Por cierto, suscribo el comentario anterior, ¡muy bien explicado!
Si, el calambre del escribiente es una distonía focal que depende de una tarea, aparece solo cuando la persona escribe. La explicación de plasticidad excesiva también es aplicable.
Qué bien lo explicas todo!